Las leyes estadounidenses permiten con relativa facilidad que una persona se cambie el nombre y hasta el apellido. Pero hay que demostrar que existen ciertas razones válidas para ello. No se trata de buscar huirle a situaciones negativas como al mal crédito o a un mal pasado judicial. A continuación explicamos cómo es el proceso.
"El nombre que mis padres escogieron para mí es, a mi juicio, grotesco. No entiendo de dónde lo sacaron. Durante 27 años fui motivo de burlas y chistes. Ese nombre era "Arfobio". Pero lo cambié al hacerme ciudadano de Estados Unidos. Mi nuevo nombre es Mario".
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